lunes, 9 de octubre de 2017

Catalunya en su hora histórica. Una mirada profunda.




Por josep Puig Boo*
En nombre  de un pasado de luchas heroicas y de valores  morales defendidos por nuestros antepasados al precio de su vida y de su libertad, la patria catalana enfrenta hoy su hora más difícil pero también la oportunidad de entrar, de una vez y para siempre, por la puerta grande de la historia a un mundo multipolar en cierne y con su identidad milenaria ofrecida a los pueblos del orbe como su seña de  identidad más específica.
Al pensar ciertos procesos mundiales o regionales,  nos debemos remitir a la ciencia social moderna que nos convoca a considerarlos desde una perspectiva global u holística. Por ello, expondré un marco general antes de entrar al análisis de las bases del planteo independentista catalán.

Marco Social
La crisis económica que se desató hace unos años muestra la fragilidad del sistema, un sistema que no hace otra cosa que empacharse; que nos dice que no hay otra opción posible que el sistema mismo.
Se trata de un capitalismo que devino en un neoliberalismo de grupos de poder que se sostienen entre ellos y que hegemonizan un discurso vacío. Así las cosas, lo único evidente  es que no hay nadie enfrente que pueda formular otra propuesta económico-social. Es frecuente escuchar planteos de solución política que no pasan de ser meros  discursos morales (¡...debemos ser honestos y no robar...!). Pero no se trata de moral sino de política. Hay que entrar en el meollo del asunto y pensar una alternativa de modelo económico-social que incluya a todos. Pues es precisamente este el núcleo del problema económico: productividad, crecimiento, distribución justa y equitativa de los recursos.
Podemos afirmar que la crisis en que seguimos inmersos no es sólo económica; es social y, por sobre todo, psicológica, es decir, del sujeto mismo. Catalunya no ha estado al margen de las tendencias ideológicas que marcaron los '90. Y la concepción filosófico política sintetizada en la fórmula "el fin de la historia" y el "fin de las ideologías" resultó, a la postre, la peor de las ideologías porque estimuló el individualismo y dio lugar a que apareciera una realidad  marcada por una suerte de  narcisismo social que impuso el repliegue egoísta sobre el coto privado y propio (barrios privados vallados), desentendiéndose así,  el ciudadano, de  toda forma de interés por el ser social del conjunto, por su calidad de vida y por el futuro de la casa común, que no es otra que nuestro propio país.
A lo anterior podemos agregarle que esta irrupción de la subjetividad  como referencia nació del hastío ante imposiciones  -eclesiásticas o jurídicas- equivocadas en tanto no identificaban los verdaderos problemas y, por ende, no proponían las soluciones adecuadas.  El sujeto, ante la imposibilidad del cambio de las estructuras estatales, se planteó la necesidad de satisfacer sus necesidades por sus propios medios, ya que depositar expectativas en el Estado sólo conducía a la frustración.
Un ejemplo: el dinero que se pagó para salvar de su derrumbe a la banca española, cuando había sido esa misma banca la causa última de la crisis. La sociedad se indignó, pero no pudo articular ningún mecanismo para poner freno a ese pago  y tuvo que contemplar pasivamente la eterna connivencia entre un poder político y la banca, que lo único que hacen es sostenerse mutuamente.
Esta eterna connivencia conlleva el manejo espurio de los dineros del Estado y la lentitud de la justicia o su no existencia. Por otra parte, genera un sentimiento de nihilismo o indiferencia frente a lo público que es la base de la destrucción de la solidaridad. Aunque en España siga gobernando un partido  que debe hacer frente a numerosas denuncias de corrupción, el efecto no deseado de la impunidad toma la forma de algo peligrosamente parecido a la anomia, es decir, genera  desinterés  en la participación política.

Tenemos derecho a la independencia
A esta altura, cabría preguntarse, ¿cómo repercute todo esto en el proceso de independencia catalán?
El Govern ya puso fecha para el referéndum (1º de octubre). Está realizando todas las acciones pertinentes para que se pueda votar así como tomando todas las medidas para la posible desconexión teniendo presente que podría ganar el SÍ.
Frente a esto la única respuesta que ha dado el Gobierno de Madrid es ¡NO! La Constitución española  -se dice erróneamente-  no permite un referéndum. También se argumenta que  no se puede modificar la Constitución para aprobar una consulta, pero el gobierno del PP aprobó una modificación de la Constitución para ayudar al establishment. Y, asimismo, se arguye que no se puede modificar el reglamento del Parlament Catalán para que algunas leyes se aprueben con una lectura única, pero esto también es inexacto pues hay muchos parlamentos autonómicos que poseen normas de este tipo. 
Esta doble vara provoca un hastío en la sociedad catalana que hace que la mayoría de los jóvenes que viven en Catalunya sean independentistas, y eso no nace de la historia sino de la posibilidad de un futuro mejor, donde no haya tantas arbitrariedades legales o económicas. Por ejemplo: el caso Gürtel, la “operación Catalunya” que fue lo realizado por el ministerio del interior Español para hacer investigaciones y campañas contra políticos independentistas catalanes. En lo económico: en un período de 1985 al 2005 en Catalunya se construyo 20 km autovía y en Madrid 900 km, en Catalunya se paga peajes en las autopistas y en Madrid no. Catalunya aporta el 22% del PBI y recibe un 12%..
Esto no quiere decir, como piensan algunos de la izquierda argentina, que la independencia es un planteo de ricos que no quieren ayudar a los pobres. Porque no es sólo un tema económico, sino que es un problema social y cultural que nace del hastío.
Lo que está en juego es la libre determinación de un pueblo pero también su derecho a exigir que se lo trate en un pie de igualdad con otras naciones del mundo. Es la dignidad de los catalanes lo que está en juego cuando un ministro español se permite decir, por ejemplo,  "...Hay que españolizar a los catalanes..."; o que "...Ustedes no pueden votar". Es intolerable e inaceptable la humillación implícita en esos desafortunados dichos del funcionario español, pues lo que nos está diciendo es que  no podemos decidir sobre los asuntos que nos conciernen, como si fuéramos menores de edad y no supiéramos qué es lo mejor para nuestro futuro.
Está todavía fresca en nuestra memoria aquella decisión de un presidente catalán (socialista) que modificó el Estatuto de Autonomía, modificación que fue aprobada por el Parlamento de Catalunya y ratificada luego por el pueblo catalán en una votación. Lo que sucedió después fue, ni más ni menos, que un intento de humillación, porque en Madrid "retocaron" el Estatuto y el Superior Tribunal español lo cambió vulnerando así la decisión ciudadana.  De este modo, un grupo de jueces se colocó por encima de la voluntad popular actuando de acuerdo con un ministro que pertenece al partido gobernante y que no tuvo reparos en decir: "...nos cepillamos su Estatuto".

Las razones del SÍ
En la misma línea de  conducta, el gobierno español denigra a nuestras fuerzas policiales. Después de los atentados en las Ramblas y en  Cambrils, donde se demostró un trabajo profesional de la policía autonómica, se advierte en diarios de Madrid la difamación hacia los Mossos d’Escuadra.  “No hicieron bien las cosas” -escriben ciertos periodistas-; o también “Tenían la información enviada desde Bélgica”. Sin ningún escrúpulo construyen su posverdad  mediática procurando el engaño y  apostando a que la sociedad no lo perciba.
Acá está el centro del hastío catalán, que se entrecruza con el momento actual de la crisis mundial. Lo podemos resumir en una frase: quién mejor que yo para decidir mi futuro.  Catalunya no sólo es una Nación; es un pueblo con su propia historia y con una tradición cultural e idiomática intransferiblemente propia. Es, además, un proyecto político-económico-cultural sustentable y realista. Y los efectos benéficos de la independencia alcanzarían  a  España en primer lugar, y a toda la Unión Europea que se enriquecería con la incorporación, al espacio común, de más diversidad en la unidad. Se trata de una unidad europea querida por los catalanes pero desde una identidad propia.
Desde ahí, se entiende que el gobierno de Madrid o los partidos unionistas no hagan campaña en favor del NO. Sólo apuntan a un “no se puede”, a un  “no se debe”, amenazando con causas judiciales para lo cual citan a los funcionarios o políticos catalanes.  La verdad queda expresada en el vacío de propuestas. No  hay razones económicas, históricas y políticas para quedarse sosteniendo un Estado centralizado que no beneficia al ciudadano catalán en nada.  Es claro que las únicas razones valederas que podrían esgrimir son las psicológicas: el sentimiento español -catalán; pero habría que ver cuántos esgrimen esas razones.
Por ello, las razones del Sí son más motivadoras. Porque no sólo invocan una identidad cultural relevante, no sólo expresan un anhelo histórico, sino que, sobre todo, implican una proyección hacia el futuro. Se trata del nacimiento de una nueva república sin el lastre de la vieja política, de la vigencia de instituciones que recauden lo que el país produce y del propósito de devolver constantemente a los habitantes los beneficios de la nueva gestión bajo la forma de una mayor y mejor  calidad de vida.

Ya nada será igual
 El procés, como se denomina a este período de tiempo independentista, está logrando una conexión entre el ciudadano y sus políticos, está logrando que se confíe en las instituciones y su proyección. Por sobre todo, está logrando una presencia de la ciudadanía que demanda. Y es claro que sea cual  fuere el resultado ya nada será igual en Catalunya. Se rompió la confianza con el gobierno central y se busca un nuevo modo de representación  al que Madrid insiste, equivocadamente, en descalificar.
El análisis final de los atentados de la Rambla ha mostrado a la ciudadanía catalana y al mundo que el Govern, a través de sus Mossos, tiene un claro control de su territorio. La ciudadanía catalana apartó a los xenófobos que querían echarle a culpa a los inmigrantes luego de los atentados de la Rambla. Hay un Estado autónomo en lo formal que ha demostrado al mundo que puede perfectamente ser un Estado independiente.  Y la prensa internacional  ha reconocido la actividad eficiente y decidida del Estado catalán para luchar contra el terror.
Sea cual fuere, entonces, el resultado del referéndum, nada puede volver a los carriles que pretende el Gobierno de Madrid. Ha habido un cambio en la sociedad. La ciudadanía catalana reclama sus derechos y  aparta a los profesionales de la política que no acompañan sus aspiraciones. Un pueblo quiere ser libre en su propio Estado nacional y ofreciendo al mundo, como aporte original específico, su milenaria identidad.

*President Asoc. Catalana de Socorros Mutuos Montepío de Montserrat.

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