martes, 21 de septiembre de 2010

Qué discurso sostenemos

Esta sociedad argentina globalizada, que cada día está más convulsionada por sus cambios internos y externos, nos hace vivir sin parámetros claros en todos los aspectos en los que estamos insertos. Se puede observar la falta de criterio en los precios que se solicitan ya sea para alquilar un departamento, para valuar el metro cuadrado y la inexistente relación con los sueldos que se cobran o bien, en las exigencias que se solicitan para la vacante de un trabajo que no coinciden con el magro sueldo que se pagará.

Podemos pensar muchas ejemplos más que demuestran la divergencia de criterios entre lo buscado, la realidad y lo que debería ser.

No es frecuente en mi vocabulario hacer referencia a lo “que debería ser”, ese imperativo categórico, esa referencia moral, me resulta en general, agotadora; pero, en este momento, creo que es clave porque a lo que hacemos referencia es al modelo de país.

Cuando se logra marcar un rumbo en un país y, por sobre todo establecer prioridades, se logra que todo lo demás se ordene según su importancia en la ejecución de lo prioritario. Esta simple formulación teórica es clave para cualquier organización y estilo de vida, ya que, si no hay orden, hay desorden y con ello, locura porque no hay parámetros claros.

Ejemplifiquémoslo: el discurso social (medios, familia, políticos) de la importancia de la educación (instrucción es el término correcto) como ascenso social “sin estudios no sos nada”. Cuando en realidad los colegios son comedores debido a la necesidad de alimentación o guarderías porque no se sabe qué hacer con los chicos cuando los padres trabajan. Hace varios lustros que en las aulas no circula el saber, sino el pasar el tiempo. Cuando los alumnos observan que el profesional de su familia gana lo mismo que el que no lo es, que cuesta conseguir trabajo aunque se posea un título y que si se lo conseguís es por contactos y no por lo estudiado.

Por eso es peligroso pregonar normas morales que en la práctica son falsas porque se valora el dinero obtenido fácil y rápidamente, se valora una estética adolescente que es efímera antes que la solidez del estudioso.

Entonces, sería bueno que adecuemos nuestro discurso a lo que realmente vivimos… y así tal vez nos daríamos cuenta de que tenemos que cambiar la realidad distorsionada y loca que se ha creado.