martes, 27 de abril de 2010

De que discutimos, cuando discutimos

Es cuestión de escuchar con calma a dos personas que mantienen una discusión acalorada para darnos cuenta de que lo importante en una discusión es poder responderle siempre al contrincante sin cansarse, no perder la oportunidad para refutarle en todo momento aunque se pierda el tema de discusión.

Es decir, responderle al opositor siempre aunque se extraigan ideas inconexas. En general, resulta ganador de la contienda el que no afloja con las respuestas y no lo agota la tensión durante discusión. Concluimos, entonces, que la mayoría de las discusiones se ganan por otras razones diferentes a la defensa con fundamento del tema en cuestión.

Nos podemos percatar también de que, cuando a una persona se la cataloga de discutidora, nadie le monta una discusión, se lo descarta como persona imposible de convencer y al surgir una controversia, el contrincante abandona rápidamente porque sabe que será interminable e improductiva.

Los ancianos, con esa sabiduría característica de la edad, les dicen a estas personas: “tenés que ser abogado o político”, esta concepción está internalizada en el acervo popular, y son los ancianos quienes nos recuerdan lo que como sociedad pensamos. Entonces podemos inferir que como tal valoramos la discusión interminable y sin contenido en cierta profesión como “la abogacía” o en cierto trabajo como “el de los políticos”. El gran problema es que de estos últimos depende el gobierno de nuestro país en todos sus estamentos y nosotros sólo valoramos su manera de discutir y no los contenidos.

No es de extrañar que las trasmisiones de las sesiones del congresos sean las menos vistas en la grilla televisiva, pero lo grave es que no terminemos de darnos cuenta como sociedad, de que el modo de discutir las cosas no es azaroso; como podemos observar, en el congreso, nunca gana una votación de ley el que es coherente con lo que dice y busca el bien del país, sino, el que tiene la mayoría de los votos que logró sumar con prebendas y “amiguitos”.

Entonces, de qué discutimos, cuando discutimos; de poder y sólo de eso, de poder doblegar a mi contrincante sea quien sea. Lo grave se establece cuando dicha forma de discusión nos compromete como nación porque así se pierde la oportunidad de buscar el bien común y lo mejor para todos.

martes, 13 de abril de 2010

El Vaticano, pervierte su fin

En estos días los medios de comunicación se poblaron de noticias que ponen de manifiesto la gran crisis que vive hoy en día el gobierno central de la Iglesia Católica.

El vaticano quedó al descubierto como una organización cerrada, que sólo está preocupada por autoprotegerse de los casos de pederastia, jugándole en contra la sensibilidad de la sociedad actual sobre este tema y la avidez de los medios de comunicación de hacer dinero verde de lo “amarillo”.

De esta situación podemos inferir ciertos rasgos psicológicos de las personas que están en el gobierno de la institución, como por ejemplo, el excesivo control de lo doctrinal. De ello podemos percibir que se busca a toda costa “controlar las ideas” porque así se controla la realidad. Con esto queda en evidencia la necesidad de manejos obsesivos que tienen las instituciones, ya que, les brindan seguridad. Seamos más claros, al analizar un neurótico obsesivo se corrobora la fuga hacia lo ideativo, porque él supone que teniéndola en la cabeza o pensada la realidad es posible de manipular y no vamos a ser agredidos por ello. Porque en el fondo el obsesivo lo que busca es no ser agredido el mismo con sus obsesiones que deposita en el exterior, es decir, proyectándolas en el afuera para no hacerse cargo de su violencia interior.

Otra característica la podemos inferir de la frase o intención de quedarse “con un pequeño rebaño”, siendo ésta uno de los ejes de gobierno del actual Pontífice, es que ellos con su santidad salvarán al mundo pecador y relativista. Lo que su obsesión miedosa no les deja ver es como están desvirtuando el fin para el cual fue fundada la Iglesia, logrando por ello convertirse en perversos. De allí se desprende que cualquier fin puede justificar defender la institución, hasta el fin de matar la verdad o la justicia en pos de la autodefensa de esa institución obsesiva.

Qué lejos quedan las palabras de Jesús que les proponía ser fermento en la masa, anonadarse para que nazca algo nuevo, desaparecer para que esa masa fermente y así surja una sociedad nueva donde la defensa de los valores del reino y de sus pequeños sea de central importancia.

viernes, 9 de abril de 2010

Autoridad, vacía de contenido

Cuando el Vaticano plantea la falta de autoridad en la sociedad que nos lleva al relativismo o el problema de la desunión de las familias que lleva a los hijos a no creer en la institución familiar, se lo hace desde un modelo de autoridad o de sabiduría de cómo se debe armar la sociedad.

Desde el pontificado de Juan Pablo II y su continuidad con Benedicto XVI, el discurso oficial del Vaticano es el de posicionarse como lugar de la moral que salvará a la sociedad occidental.

Pero no se da cuenta de que su propio estilo de gobierno es el que no lo hace creíble. El cambio epocal es claro, pero lo que se cuestiona no es otra cosa que cómo se es Autoridad o cómo se ejerce el poder. El Vaticano, como toda institución, habita en un profundo desprestigio porque, hace años, lo único que hace es nutrirse endogámicamente de personas cuya principal tarea es protegerse entre sí sin interesarle la Verdad ni Servir a su grey, ya que su único fin es la autodefensa.
Los valores evangélicos quedaron ocultos ante la necesidad de defensa colectiva de la Institución o del Papado sobre los casos de pederastia. Lo que es evidente es que claramente lo sabían y no obstante lo ocultaron.

Ratzinger es una de las personas que durante mucho tiempo viene ejerciendo el poder dentro de la Institución, de lo cual se infiere que debió estar informado de estas situaciones ya que:
• En Regensburgo se desempeño durante ocho años como catedrático, donde su hermano tenía conocimiento de lo que sucedía en el coro de la catedral.
• Hoy en día salieron a la luz los abusos de un sacerdote que estuvo encardinado en Munich siendo Ratzinger arzobispo.
• Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe debió investigar los casos de abusos. Por sus manos tuvo que pasar el expediente del P. Maciel, que tanto tiempo estuvo frenado, con acusaciones de su mismo secretario. La mayor evidencia es la publicación de una carta del 18 de mayo de 2001 donde se vuelven a ligar los abusos al secreto papal, siendo penado gravemente quien los promulgue.
• Lleva varios años de pontífice y no hay medidas disciplinarias sobre dicho flagelo.

Queda claro entonces que el Vaticano sólo está preocupado por ocultar el sol con la manos, a lo que podríamos agregarle “eppur si muove”; que aunque salgan colegiadamente a negar algo, sabemos que es verdad, sabemos como Pueblo de Dios que nos mienten y que sólo están interesados en defenderse.

Pero es bueno recordarles que hace tiempo dejaron de ser pastores para convertirse en meros funcionarios que realizan prácticas vacías de contenido, que repiten ritos obsesivamente para controlar la vida y que la vida, al ser del espíritu, se les escapa.

Estamos en tiempo de descreimiento generalizado, producto de los ocultamientos, donde nos tendremos que plantear nuevos modelos de autoridad, de modos de ejercer el gobierno, donde nadie se arrogue ser dueño de la verdad absoluta y que por ello sea crea que está sobre la ley. Necesitamos que la ley nos regule a todos, que ninguno de nosotros quede exento de que se le pregunte “¿por qué ocultaste esto?”.

Rezo para que dejen de adorar falsos ídolos y para que el Dios de Jesús sea la luz que nos ilumine en la concreción de la verdad evangélica.

jueves, 1 de abril de 2010

Comparemos

Este mundo globalizado nos permite comparar distintos modos de ejercer el mando de un gobierno o de darnos cuenta de que estamos tan globalizados que las estructuras o esquemas son los mismos.

Es frecuente hoy en día escuchar a los ministros de gobierno de Cristina Fernández de Kirschner defender de un modo muy infantil ciertas deudas del actual gobierno; no pretendo criticar al gobierno de los K sino poner de relieve su forma de gestionar el poder. A los ministros se los percibe obligados a salir a la palestra en defensa de lo que sea en su gestión cuando algún medio de comunicación hace alguna crítica al gobierno, llegando al absurdo de decir: que no hay inflación sino acomodación de precios, que no hay pobreza, que hay trabajo, que los planes sociales son trabajo digno. Hoy podemos afirmar que en los papers que manejan los distintos ministerios se reconocen dichos problemas en privado sabiendo que hay que negarlos en público.

Por otro lado, observamos el mismo estilo en el gobierno de Benedicto XVI. En estos días, salió a la luz que siendo prefecto de la doctrina de fe le habían llegado muchas denuncias tanto de laicos como de sacerdotes sobre numerosos abusos. El caso más evidente, donde no se puede afirmar que no conocía la realidad, es el del P. Maciel fundador de los Legionarios de Cristo (hoy se sabe que tuvo dos familias con hijos paralelas a su ministerio, además de haber abusado de muchos seminaristas de su propia institución) ya que fue el propio secretario – y a la vez, sacerdote - del P. Maciel quien hizo la denuncia a la congregación. En los diarios de todo el mundo son publicadas estas noticias y tanto los obispos de Francia como los de Brasil afirman que existe una campaña orquestada en desacreditar al Papa.

Concluyamos, frente a la realidad incontrastable (de pobreza, de inflación, de corrupción y de abuso de menores) se elige la negación y se recurre a la victimización “no me dejan gobernar” “una campaña para desacreditar”, buscando personas de poca sesera como defensores de lo indefendible.

Estamos en un momento bisagra de las instituciones que ostentan el poder, ya que sólo se retroalimentan de ellas mismas y han dejado de servir a los ciudadanos o a su grey, quedándose sin base que las sostengan, sólo les queda el dinero que poseen para mantenerse y seguir ejerciendo ese poder que en consecuencia, pronto se les acabará