Con los reyes
catalanes, la corona prosperó y se expandió de manera que llegó a conquistar los territorios de Mallorca, Valencia, Sicilia,
Córcega, Cerdeña y Nápoles. La corona se convirtió entonces en un imperio
militar y comercial que transitaba por el Mediterráneo, todo ello bajo el rey Jaume I el Conqueridor, ejemplo del
crecimiento del poder y desarrollo de la corona en detrimento de los reinos
árabes. Es remarcable que los nuevos territorios agregados, como Valencia,
mantuvieron fueros propios.
En el siglo XIII
Cataluña tuvo una de las mejores infanterías del mundo, los almogávares, que
incluso fueron contratados para combatir al turco en Constantinopla, donde
hicieron oír su grito de batalla: "Desperta ferro!".
Bajo los reyes de la
casa condal se redactó el Llibre del consolat de mar y se crearon compañías
marinas catalanoaragonesas, que permitieron, en 1380, la conquista de los ducados de Atenas y
Neopatria.
El infortunio de la no descendencia de Martín el Humano
permitió que una rama castellana se introdujera en Catalunya, pese a lo cual
siguieron vigentes sus leyes, activas sus instituciones parlamentarias y floreciente su rico y
original idioma, la lengua catalana.
Por la época que
estamos describiendo, el absolutismo monárquico intentó su entronización en el
país. Los catalanes resistieron y conservaron, en el marco de duras luchas por
la identidad nacional, su idiosincrasia y sus costumbres. Se los consideró
extranjeros en su propia tierra lo cual significaba una injusticia histórica,
una arbitrariedad política y una insanable defección moral. En medio de todo
ello, la intentada y nunca lograda resignificación de los catalanes como
extranjeros tuvo un efecto benéfico: no se los consideró parte ni se los invitó
a participar del pillaje colonial en América, aventura bárbara en la que
Catalunya no participó.
En la época de los
Reyes Católicos, lo que había logrado era una unión de coronas con fines de
lograr fuerza en la lucha contra los Moros. Pero no fue una unión de
administraciones, Catalunya seguía manteniendo sus leyes y estilos de gobierno.
En Catalunya el rey solicitaba a las cortes (órgano formado por tres
estamentos) el aumento de los impuestos o una ayuda extraordinaria y las cortes
decidían los montos a otorgar. Dicha tradición es típicamente catalana, negociar. En cambio en Castilla, el Rey imponía su
necesidad y criterio en la hora de gobernar.
Hoy podemos decir que
Catalunya posee instituciones históricas que enraízan en la edad media y le dan
un sentido práctico a su jurisprudencia, al tiempo que conservan el sentido y
la vocación por la negociación y la busqueda del consenso como atributos
adicionales de la identidad catalana. Así es como el parlamentarismo catalán
reconoce sus fundamentos ancestrales en las asambleas de Pau i Treva (Paz y
Tregua) y de la Corte Comtal (Corte Condal). El Parlamento catalán es el más
antiguo de Europa.
Un hito importante en
el desarrollo institucional del país lo constituyó la creación, en el siglo
XIV, de la Diputació del General o Generalitat, que fue adquiriendo cada vez
más autonomía hasta que, durante los siglos XVI y XVII se constituyó en gobierno del Principat de
Catalunya.
Otro acontecimiento
trascendente en la historia de Catalunya que estuvo llamado, por cierto, a
fortalecer su personalidad y ansias de independencia, tuvo lugar en 1714 cuando
el país desconoció a Felipe V y, en cambio, reconoció a Carlos de Austria como
soberano. Ello le costó un asedio de ocho meses sobre Barcelona. La heroica
resistencia a las tropas castellanas y francesas coaligadas no pudo evitar que
un 11 de septiembre Catalunya cayera bajo la égida de la mentada coalición, ya
que sus eventuales aliados, Carlos de Austria y los ingleses, no se hicieron
presentes y abandonaron a su suerte al
pueblo catalán.
Este sucinto relato es
suficiente para demostrar que hay más de mil doscientos años de historia del
pueblo catalán, de los cuales sólo trescientos transcurrieron bajo dominio
extranjero.
Desde el siglo XIX,
con el renacimiento catalán, se viene gestando una fuerte impronta de
sentimiento nacional, que en estos últimos años se vive con mayor intensidad
debido a los agravios del poder central español al uso de nuestro idioma.
Como provisoria
conclusión, anotamos que, según las leyes internacionales y los datos históricos, es muy evidente que
el pueblo catalán es heredero de una cultura milenaria que nos identifica y nos
confiere identidad. Por ello, en pleno siglo XXI, se torna imprescindible que
una nación histórica tenga la suficiente libertad para expresarse en las urnas,
libre y democráticamente, sobre su futuro político.
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