domingo, 15 de diciembre de 2013

Los catalanes, ¿pueblo-nación sin Estado? (I)

La noción de pueblo-nación sin Estado es, de suyo, compleja. Adquiere mayor precisión conceptual a fines del siglo XX debido a las sentencias de los tribunales, es decir, en la jurisprudencia internacional.
 
En general, las señas de identidad más precisas que debe ostentar un grupo social para reclamar el estatus de pueblo-nación se construyen con un aspecto objetivo y otro subjetivo.
 
El primero alude a la genealogía atávica del grupo, esto es, a su pasado más remoto y recóndito, desde el cual irrumpen y se encarnan en el presente aquellos caracteres objetivos aludidos: tradición común, homogeneidad cultural, historia propia, unidad lingüística, cierta afinidad religiosa, sentirse parte de un hábitat común, vida económica del grupo y producción de sus medios de subsistencia como proyecto compartido. Un conglomerado humano así constituido se sentirá -inexorablemente- parte de un territorio común. Y todos estos elementos objetivos se potenciarán hacia un horizonte donde aguarda la personería jurídico-política porque además, ese grupo, es relevante desde el punto de vista cuantitativo: se trata de un número importante, es decir, de un pueblo.
 
El segundo aspecto constitutivo del concepto de pueblo-nación es de orden subjetivo, según hemos dicho, y se bifurca, a su vez, en dos planos inescindibles. De un lado, este elemento subjetivo está dado por la conciencia de pertenecer, esto es, por la certeza de formar parte de un pueblo-nación específicamente distinto. De otro, esa conciencia debe estar acompañada de una voluntad de ser percibidos y considerados como una unidad política con personería propia. El elemento subjetivo aparece, así, como una dimensión bifronte: conciencia más voluntad.
 
Hemos arribado, de este modo, a un punto en que la consideración de Catalunya como una Nación no tiene nada de insólito y nace del sentido común. Su historia nos ratifica en este aserto. Sus primeros colonos se fueron aglutinando con otras culturas e hicieron nacer una nueva identidad. Catalunya fue el lugar de asentamiento griego desde el siglo VI antes de Cristo y luego fue puerto romano hasta que en el siglo IX, de la mano carolingia, se conforma la organización feudal franca la que, a fines de la misma centuria, funda la dinastía nacional catalana que regirá los destinos del país por cinco siglos.
 
En una próxima nota, abordaremos el proceso histórico catalán en su especificidad e intentaremos demostrar que mil doscientos años de historia le confieren a este pueblo-nación el derecho a decidir si quiere o no constituir un Estado independiente con presencia y juego propios en el concierto de las naciones del mundo.

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