Cuando las autoridades de Madrid se refieren a la independencia de Catalunya
abandonan toda objetividad y se dejan influir por sus fantasmas. Que un pueblo
entero reclame su independencia es puro oportunismo -aseguran con manifiesta estulticia-, y ello es así porque tal exigencia, planteada
en medio de la grave crisis
económica y social que vive la
Zona Euro, no merece más calificativo que ese: oportunismo. Deplorable
ofuscación, por cierto.
Es una verdad innegable que las crisis
económicas ahondan los problemas. Pecaríamos de superficialidad si quitáramos
relevancia a la economía como factor esencial de los asuntos políticos. Pero es
precisamente el enfoque centrado en la economía el que da sustento sólido a
nuestro reclamo nacional: Catalunya soporta un expolio que viene desde el fondo de la historia; y la coyuntura económica actual agrava los
problemas del pueblo catalán.
Algunos ejemplos:
1.
El impuesto a la renta alcanza en Catalunya el 56%; es el más alto de España y también de
Europa; comparte techo fiscal con Suecia
aunque, claro, sin los servicios escandinavos.
2. En el importe de la nafta, se paga un
subsidio a la sanidad. El céntimo sanitario ha pasado a ser de 4,8; de ese
modo, se paga más que cualquier otra
autonomía para contribuir a financiar la sanidad.
3. Los catalanes tienen el agua más cara,
con subas del 8,5% en el 2011. Este año ha pasado a ser un 3% en el denominado
servicio básico y un 12% en el excesivo.
4. El transporte público. El metro o el
autobús son más caros en Catalunya que en cualquier otro territorio de España
(el billete es más caro que en París o Nueva York).
5. Las autopistas. Los peajes de las
autopistas (en Catalunya una autopista sin peaje es un oxímoron) son los más
elevados del Estado. Y continúan subiendo por encima de la media.
6. La Justicia. La tasa sobre actos
jurídicos sólo se aplica en Catalunya. Grava los litigios con 60, 90 o 120
euros.
7. Las hipotecas. El Gobierno aplica un
gravamen del 1,5% sobre el valor
concedido por el banco, medio punto más que a las otras autonomías
Al analizar dicha situación, el
Washington Post expresó que Catalunya posee una fiscalidad insoportable. Y hay
que tener en cuenta que casi el 70% de lo que exporta España pasa por
Barcelona.
Catalunya manejó, históricamente, su
economía. Es decir, recaudaba sus impuestos y mediante las Cortes Generales se
aprobaba lo que se le daría al Rey en ese momento. Las Cortes Generales eran un
centro de discusión y debate donde se estipulaba el aporte que se oblaría a la
Corona. No se hacía así en Castilla, que el Rey solicitaba y el pueblo
pagaba.
Es parte de nuestra tradición identitaria
el negociar. Lo hacemos en muchas cosas de nuestro vivir cotidiano, pero
especialmente en el ámbito de nuestra economía. Por ello, esta situación
económica no sólo es una cruel expoliación sino que constituye un estatus que
atenta contra la propia identidad
colectiva.
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