miércoles, 24 de marzo de 2010

Por qué recurrimos a la moral en los discursos cotidianos

Es frecuente escuchar en los medios de comunicación el recurso a lo moral para explicar o desarrollar ciertas notas periodísticas. Las frases con las cuales desarrollan el discurso son: “si todos hiciéramos…. si nos tomáramos en serio…. es cuestión de hacer esto” y cierran como colofón “es falta de educación”.

Para poder comprender esto propongo pensar como se desarrolla el pensamiento en un niño. En los primeros años de vida, supongamos 3 años en pleno Edipo, empieza a incorporar lo que está bien o mal, esta incorporación se debe a la enseñanza de los padres o de los adultos que tiene a su alrededor. El niño está creciendo e incorpora de éstos el criterio de evaluación de las cosas, que es meramente heterónomo y que, en algún momento de la vida, deberá cuestionar para poder aprehenderlo autónomamente.

Pero cómo crecer y hacerse adulto físicamente y psíquicamente son estratos que no siempre van parejos o no siempre suceden, puede darse uno y el otro no. Volviendo al tema que nos compete, nos podemos quedar encerrados en un planteo netamente moral de la vida, lo cual a mi criterio, es una denigración de lo moral comúnmente llamada moralina en los ambientes académicos.

Esta moralina cumple la función de protección de la vida infantil. La protege de la cruda y compleja realidad que no es ni blanca ni negra, sino que ofrece varios puntos de vista para ser analizados correctamente. Pero este decir: “está bien o está mal” nos retrotrae a esos padres internalizados que nos brindaron seguridad y cariño, y si queremos que sigan brindándolos tendremos que responder cómo nos enseñaron.

Si analizamos la problemática social, en relación con lo dicho anteriormente, nos damos cuenta del porqué hay situaciones en las que como sociedad estamos empantanados, ya que respondemos desde un deber ser vacío que nunca analiza las causas.

De todos modos, la moral cumple una función de guía o de faro que ilumina la realidad.
Comprende valores que nos invitan a seguir caminando, que son a la vez, criterios que están fuera de nosotros y que nos interpelan. Nadie puede ser la encarnación de la moral ya que dejaría de estar reglado por ella y se convertiría él mismo en la regla.

Por ello se hace imprescindible que la moral ocupe el lugar que le corresponda en la sociedad “la de guiarnos luego que las otras ciencias hayan analizado la problemática” sino seguirá siendo un factor opresor que mantenga el status quo y no nos permita crecer por miedo a perder ese amor infantil que nos dieron nuestros padres.

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