lunes, 24 de septiembre de 2018

Articulo deGerontología. Perfil. 23 de septiembre 2018. "enfoque humanista en una temática social y personal" (ese título le pusieron) .


Enfoque Centrado en el cliente la Persona 1 
(titulo original)

Hoy en día, el enfoque centrado en la persona es una de las corrientes de relevancia en Gerontología. Por ello, decidí escribir tres notas para darlo a conocer. Dos de ellas explicarán los fundamentos y principales directrices de la corriente o línea filosófico-psicológica donde nace. Una tercera analizará la implementación en la práctica concreta en el mundo geriátrico.  

Durante el transcurso del siglo XX y luego de dos guerras mundiales, la sociedad se vio interpelada en su esencia más primigenia.  El plexo de valores que sustentaba la civilización occidental se vio súbitamente comprometido, y ello dio lugar, en el tema que nos ocupa, a la gestación del planteo humanista. Éste se originaba, de ese modo, en desarrollos teóricos vinculados a la esencia y a la existencia humana en clave filosófica, que serán los temas que difundirán Heidegger y Sartre y que impregnarán el clima académico en la segunda posguerra europea.

El Humanismo incorporó de la corriente existencialista la concepción de que el ser humano es un ser libre, capaz de buscar sus objetivos en la vida, con capacidad para elegir su destino y, por ende,  consciente y responsable de sus propias elecciones.
Al arribar, dicha línea de pensamiento,  al mundo de la psicología, lo hace enfrentándose claramente a dos corrientes importantes: el psicoanálisis y el conductismo.  Ambos giran, en sus planteos teóricos, alrededor del problema de la libertad humana. El psicoanálisis es determinista debido a que postula la existencia de  pulsiones inconscientes que influyen de modo determinante en el  sujeto, condicionando y/o limitando su capacidad de decisión. Por su parte, el conductismo deriva su nombre de los condicionamientos conductuales que la persona realiza debido a ciertos estímulos.

El 8 de enero de 1902 en Oak Park, Illinois, un suburbio de Chicago, nació Carl Rogers,  siendo el cuarto de seis hijos. Podemos afirmar que es uno de los padres de la psicología humanista del siglo XX.  Comienza sus estudios de agricultura en la Universidad de Wisconsin, cambiando, tiempo después, a Teología para dedicarse al Ministerio. Progresivamente irá derivando su campo de intereses al estudio de la   Psicología Clínica, que estudiará en la Universidad de Columbia, recibiendo su Ph.D. en 1931. 

En su caminar intelectual, Carl Rogers se topa con las ideas del filósofo John Dewey, figura prominente de la pedagogía progresista en EEUU. Éste postulaba que la educación no debía basarse  sólo en el proceso intelectual, sino además en la apertura a la experiencia. De este modo, llegó a ser el  precursor-inspirador de los reformadores partidarios de una enseñanza “centrada en el niño”; es decir, que el enfoque central es el niño mismo. De aquí  surgirá el concepto de "centralidad", pero hubo otro concepto que, por razones ancladas en la cultura latina, ha sido cambiado hacia el más igualitario de "cliente". Veamos por qué.

Carl Rogers, al reflexionar en el significado de “centrarse”, observa que este concepto implica o presupone una relación disímil y desigual entre médico y paciente pues jerarquiza al primero por sobre el segundo. Éste aparece, así, como un otro pasivo al que hay que orientar y  -en el caso extremo- normatizar, reglamentándole la vida, lo cual es propio de una relación superior-inferior.

Por ello, Rogers (hijo de la cultura estadounidense) propone el aludido concepto de “cliente”, que viene a enfatizar una relación entre iguales, es decir, no alguien inferiorizado por su padecer sino un igual con el terapeuta, que necesita ser acompañado para hallar las fortalezas propias que le posibiliten su desarrollo y realización en la vida a partir de superar los obstáculos que aparecen, prima facie, como patología y que han sido los que han determinado la intervención del profesional.
Es claro que el concepto “cliente”, para nuestros oídos latinos, tiene otras connotaciones  que nos dificultan asociarlo a una experiencia de salud. Esa fue la razón por la cual se sustituyó aquél por el de “persona”.

Para concluir, podemos profundizar el concepto “centrado en la persona”. Rogers era el hombre que entablaba un diálogo con sus clientes desde su autenticidad, buscando eliminar sus prejuicios, sin confrontar y sin una estrategia predefinida. Él solamente escuchaba y con su escucha facilitaba el reconocimiento de las emociones, de modo tal que podía indagar más y mejor en la propia personalidad del cliente. Debido a ello, sus estrategias de trabajo no aparecen en manuales pues su carácter proteico, multiforme y cambiante las tornaba poco aptas para taxonomías rígidas y/o dogmáticas.

Carl Rogers nos propone una mirada holística, esto es, no ya parcializada en las dolencias o padecimientos del individuo con el riesgo adicional de que se lo termine polimedicando. Rogers postula la necesidad de observar al sujeto con miras a entablar un vínculo con él y no con el problema que lo aqueja. El diálogo con la persona es operante en términos de salud, a la par que permite entenderla en su totalidad, procurando responder, en el aquí y ahora, a su búsqueda de realización personal.

Lic. Josep Puig Bóo
Psicólogo – Director Residencia Geriátrica.

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