Geriátricos: un segundo hogar
Según el filósofo y
periodista Josep Ramoneda, estamos inmersos en una cultura de la
incertidumbe. Si esto es así -y parece serlo- la función primigenia de la cultura -que es fijarle un marco de realización al
ser humano- podría tender a desvirtuarse toda vez que la noción de límite o
prohibición requiere de certezas más que de las dudas que implica toda
situación de incertidumbre.
En el fondo, lo que
nos preocupa es nuestra realización personal y, en su caso, el de aquellas
personas que, por la razón que fuere, están a nuestro cargo. Nos preocupa, en
este último caso, el cuidado psíquico del sujeto y procuramos que el entorno
social en el que desenvolvemos nuestra vida sea el apropiado para que ese
cuidado sea eficaz.
Una definición
clásica dice que la cultura es nuestra segunda naturaleza, pues ella debería
proporcionarnos aquel marco de referencia. Freud, siguiendo esta misma
línea, hacía referencia a las dos leyes primordiales (ley del incesto
y parricidio) como límites que el
entorno cultural occidental le impone a la conducta humana para hacer posible
la vida en sociedad.
Creemos que, pese a
las dificultades que presenta el mundo de hoy, la voluntad, la buena fe y la
idoneidad profesional para la tarea que nos proponemos nos han de permitir la
superación de todos los obstáculos, por duros y fuertes que éstos sean. No todo
es incertidumbre, entonces, y nuestras seguridades han de verse expresadas en
el trabajo que realizamos, es decir, en su buen resultado.
Si tenemos en
cuenta que en los últimos 60 años los
avances en la tecnología generaron cambios sociales de envergadura; y si
analizamos los cambios que hay en las ciencias de la salud, constatamos que
ello ayudó a que cada vez haya más personas que llegan a una edad avanzada (4ª edad) en buen estado de salud físico y
mental.
Esto nos enfrenta a
un gran número de adultos mayores que viven en la incertidumbre de nuestra
sociedad y que por los vaivenes de la vida se encuentran no protegidos y con
necesidades de cuidado. Por ello, en el
día a día se comprueba cómo personas de la 4ª edad vienen a consultar por una residencia. Y el
principal motivo de consulta es la imposibilidad de recibir en sus hogares la
atención que necesitan.
Y aquí aparece una
noción compleja pero actuante en la vida presente y cuya puesta en escritura y
contexto es el motivo de esta nota: el lugar social que tienen las residencias
geriátricas en el momento actual en Argentina.
Ya sea que el
enfoque y la concepción que presidan la institución sea más sanitarista o más
social, lo cierto es que una residencia es un sustituto del hogar donde hay
personas que brindan un servicio profesional no sanitarizado.
Se trata de un
punto fundamental que será necesario tener presente cada vez que nuestros
adultos mayores requieran dar el paso a un cuidado profesionalizado que en sus
hogares no se les puede brindar.
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